Hola,
perdón por molestarte, perdón por interrumpir tu felicidad con mis palabras.
Las mismas articuladas por mi subconsciente y calladas por mi boca cuando te
sentí segura. Estúpido. Ahora sólo las escribo durante la noche para después
guardarlas bajo mi almohada, con el único objetivo de que algún día se hagan
realidad, ya sé, sigo siendo infantil, aún creo en cosas mágicas. Pero al menos
esto me hace feliz y me saca una sonrisa de vez en cuando, y no sonrió para
fingir bienestar. Sonrió porque de alguna manera estoy bien. ¿Sabes?...
Me
han preguntado mucho por ti últimamente, ¿no sé cómo lidiaste con todo esto?,
demonios, de verdad que es abrumador, claro, siempre has sido más fuerte que
yo, de eso no tengo ninguna duda. Lo que si me causa cierta incertidumbre es lo
que murmuran por ahí, haciendo pequeñas hipótesis sobre lo nuestro. Absurdos,
que absurdos. Como se les ocurre que contaré cosas de nosotros, aunque
contradictoriamente lo esté haciendo ahora mismo, pero lo hago para decirte que
puedes estar tranquila sabiendo que jamás hablaré mal de ti. No podría hablar
mal de alguien a quien amé en alguna etapa de mi vida. He aprendido a no
guardarme nada, indiscutiblemente en esa pequeña y confusa palabra, se
encuentra el llanto, pero ya no dueles. Aunque todo diga lo contrario. ¿Para
qué me sirve sonreír como idiota todo el tiempo?, sólo para engañar a la
sociedad haciéndoles creer que estoy bien, podría hacerlo, pero me estaría
mintiendo a mí mismo. No soy yo quien debe sonreír para aparentar, son ellos quienes
deben entender las cascadas en mis mejillas y estar conscientes que son
efímeras, luego vendrán curvas aleatorias iluminando mi rostro cual arrebol.
Fragmento
de una carta, Página 33
Autor: Josué Nandayapa
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