Paola de la Cruz nació en el año 2000 en
Ocozocoautla de Espinosa, Chiapas, México. Actualmente cursa la Licenciatura en
lengua y literatura hispanoamericanas en la Universidad Autónoma de Chiapas y
estudia inglés en la misma institución además de tomar talleres de Minificción.
También, estudió francés en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.
Ha perdido el miedo a dar a conocer sus
pensamientos publicando en medios locales como la Gaceta Letra Suelta y la
Revista Duvalier, también colaboró en una publicación en línea con la Revista
Estrépito. Ha colaborado con lectura de poemas para la difusión de poetas
chiapanecos como Joaquín Vásquez Aguilar y Armando Duvalier en conjunto con la
Fundación Armando Duvalier.
Actualmente, comparte fragmentos de poesía en
prosa y minificciones en su blog de Instagram @poesiadepao.
Crónica
de un cuadro de ansiedad
Manos frías rilan al compás del reloj.
¡Quiero huir! ¡Sáquenme de aquí!
Los segundos multiplican estadía,
mientras el aire se resiste, no
quiere.
¡Quiero huir! ¡Sáquenme de aquí!
Vuelan mil puntos fijos sin detenerse.
Mis ojos, raudales tibios no sonríen.
¡Quiero huir! ¡Sáquenme de aquí!
Inmersa bruma, buscando la ataraxia.
Anhelo el conticinio de mis entrañas.
¡Quiero huir! ¡Sáquenme de aquí!
Creo, por lejos días pasar las horas.
Adormece ya mis nocivos sentidos.
¡Quiero huir! ¡Sáquenme de aquí!
Inquieta, espero que cese la marea.
Sin aliento, yo… momentos de silencio.
Lirio
Lirio, lirio, escúchame. Cálmate, te lo
pido. Quédate quieto. Pretendo encomendarte la ardua tarea del invierno, aunque
en vida mueras de pensar, imagina la premonición tempestuosa de mi sueño
reciente pues, el viento tocaba mi ventana tan fuerte que pensé en ti al
amanecer y hasta el último canto de las aves.
Dime que me escuchas,
que el sol te ciega pero no te mata. Aturdido, entiendo que más como tus
actuales no hay, pero de igual, mi postura insistente, intenta convencer tu
juicio infantil para cumplir mi anoche.
Creo fielmente en tus
cartas escritas al sonar las campañas y tus manos frías al contar los minutos.
Ahora, al ver que solamente yo pienso, suplico ¿Crees coherente el silencio?
Responde, que probablemente sea lo que quiero escuchar, pero por favor rompe
tus labios mudos para evitar desfallecer, pues mi lecho dice helado y constantemente ruego; que al
pasar los segundos, tu alma se pose sobre la mía y susurre en mi cuello que sí.
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